París, 11 abr (EFE).- Horas después de que el PSG perdiera el partido de ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones contra el Barcelona (2-3), la ciudad ha encontrado en el delantero Kylian Mbappé el principal responsable de la mala prestación del equipo.
Para evitar que la mala noche parisiense se convierta en la despedida europea de la estrella francesa del Parque de los Príncipes, los aficionados y la prensa le exigen ahora un golpe de orgullo que les conduzca a una remontada.
Solo así, el jugador que ha dado siete maravillosos años en la capital francesa podrá pretender ser un candidato fiable al Balón de Oro, opinan. Porque su partido ante el Barça le aleja claramente de ese trofeo individual que tanto ansía. Mbappé estuvo transparente, inoperante frente a una defensa catalana que ha recuperado la fuerza de la pasada campaña y que acabó por secarle.
«Si España le inspira, es el momento de actuar», asegura Le Parisien, en una clara referencia a su más que posible futuro en el Real Madrid. La ciudad le pide cuentas, sabedora de que necesitará a su estrella para firmar una remontada en la misma ciudad donde hace siete años fue víctima de la más cruel que ha vivido en su historia, con Luis Enrique en el banquillo blaugrana.
El mismo dardo le envía L’Équipe, que no oculta su decepción con la actuación del delantero: «Antes de partir a su nuevo terreno de juego español, Mbappé debe una revancha. Una de verdad». El diario deportivo considera, además, que las prestaciones de la estrella parisiense en Europa no han sido brillantes esta temporada, más allá del doblete que logró contra la Real Sociedad en octavos de final.
El jugador ha marcado en total seis goles, pero su prestación será insuficiente si no consigue dar la vuelta al marcador adverso con el que su equipo aterrizará en Montjuit el próximo martes.
Un solo disparo con peligro
En la aciaga noche frente al Barça, Mbappé apenas fue capaz de amenazar a la defensa catalana, firmó solo un disparo peligroso, en el minuto 93 y dio la impresión de estar totalmente desconectado del juego de su equipo.
Apenas le nutrieron de balones, perdido en la maraña formada por Xavi Hernández, liderada por su compatriota y compañero de selección Jules Koundé, pero con un ojo atento también de Ronald Araujo. Sus botas verdes no entraron en ebullición, no crearon esas carreras que levantan de su silla al Parque de los Príncipes, que se ha acostumbrado a que sea el jugador quien desatasque las necesidades ofensivas del equipo.
No lo hizo desde la banda izquierda, donde saltó de titular, pero tampoco cuando Luis Enrique le pidió ir al centro o, incluso, cuando se exilió en la derecha en busca de inspiración. En su ausencia, fue Ousmane Dembelé quien tuvo un mayor protagonismo ante su anterior club, tanto por el número de jugadas en las que participó como en los regates y, sobre todo, el magnífico tanto que nada más regresar del descanso nutrió la esperanza de la remontada.
Si Luis Enrique repite una y otra vez que el PSG tiene que prepararse a vivir sin Mbappé, el partido le dio la razón y dejó patente que su equipo se atasca cuando no cuenta con la mejor cara de su estrella. París mira ahora con esperanza al jugador, que ha asegurado que le gustaría marcharse del club de su ciudad natal, tras siete años, dejando en sus vitrinas el trofeo más prestigioso, el único que justifica la temporada a ojos del propietario catarí.
La cita de Barcelona, una ciudad donde hace tres años logró un triplete, aparece como el escenario ideal para pagar esa cuenta pendiente o, en su defecto, ennegrecer algo el balance brillante antes de su partida. EFE