“Hay momentos en el deporte que no se explican con estadísticas, ni con tácticas, ni con reglamentos. Son momentos donde el talento desborda tanto, que obliga a las instituciones a repensarse. No porque el jugador lo exija, sino porque el juego, tal como estaba concebido, ya no alcanza para contenerlo. En esos instantes, el deporte no evoluciona por consenso, sino por necesidad. Porque aparece alguien que no cabe en ninguna categoría, y entonces hay que inventar una nueva. Shohei Otani y Lionel Messi no solo juegan: obligan a sus disciplinas a crear excepciones. Y esas excepciones, aunque parezcan reglas, son homenajes disfrazados de estructura.”
Luis Alonzo Paz

Bastaba ver el tercer juego de la Serie Mundial 2025. Shohei Otani, el japonés que ya no cabe en ninguna etiqueta, se dio el lujo de conectar dos jonrones y dos dobles en el partido más largo en tiempo de la historia del “Clásico de Otoño”. ¿La respuesta de los rivales? Cinco bases por bolas consecutivas. Porque cuando el talento desborda, la única forma de frenarlo es evitar enfrentarlo.

Ese juego no solo fue una exhibición de poder. Fue una confirmación de que Otani no es un jugador más: es una excepción. Y como tal, necesita reglas excepcionales. La MLB lo entendió en 2022, cuando instauró la llamada Ley Otani, que le permite jugar como lanzador y bateador designado en el mismo partido. Si deja de lanzar, puede seguir bateando. Una regla creada para un solo hombre. Porque no hay otro que la necesite. No hay otro que la merezca.

En el fútbol, algo similar ocurrió con Lionel Messi. Desde que irrumpió en el FC Barcelona como un delantero que no era delantero, que bajaba a crear, que asistía y remataba, y sin embargo acababa goleando como nadie, el fútbol tuvo que inventar una etiqueta para entenderlo: el falso 9. No es una posición. Es una concesión al genio.

Y mientras Otani hace historia en el diamante, Messi sigue sumando goles en la MLS, dejando claro que esa posición le pertenece. No por invento, sino por calidad. Porque aunque hoy se hable de polifuncionalidad en el fútbol, no hay otro Messi. Hay quienes puedan ser medianamente parecidos, hay ecos, pero no hay equivalentes.

Ambos casos comparten una raíz: la regla nace después del jugador. No es que Otani se adaptó a una norma, ni que Messi encajó en un sistema. Es el sistema el que se adaptó a ellos. Y aunque en el fútbol Cristiano Ronaldo sea un monstruo estadístico, su rol es claro: atacante, goleador, definidor. Messi, en cambio, es asistidor, constructor, y también goleador. Otani lanza a 100 millas por hora y conecta jonrones de 450 pies. ¿Qué hacer con eso? Crear una regla. Crear una posición. Crear una excepción.

Este artículo no busca comparar deportes, ni establecer jerarquías. Busca rendir homenaje a dos figuras que han obligado a sus disciplinas a repensarse. Y plantea una pregunta incómoda: ¿Qué pasará cuando ellos se retiren? ¿Seguirá existiendo la Ley Otani si no hay otro Otani? ¿Tendrá sentido hablar del falso 9 sin Messi?

Tal vez estas reglas sean efímeras. Tal vez sean monumentos a un momento irrepetible. Pero mientras duren, recordarán que hubo un tiempo en que el talento fue tan grande, que el deporte tuvo que cambiar para seguirle el paso.

Por Luis Alonzo Paz | CNP 10.760