Cada vez que la Vinotinto absoluta masculina entra en escena, el país se paraliza. Las cámaras se multiplican, los titulares se disparan, las redes se saturan. Es el momento estelar del fútbol venezolano, y nadie lo discute. La emoción colectiva se activa, los bares se llenan, los medios se reorganizan. Es más que un partido: es un fenómeno cultural.

Pero mientras eso ocurre, otras selecciones nacionales —de béisbol, baloncesto, voleibol, ciclismo, atletismo— siguen compitiendo, entrenando, ganando o perdiendo… muchas veces en silencio. No por falta de mérito, sino por falta de foco. La narrativa deportiva se ha concentrado en el fútbol como si fuera el único deporte capaz de representar al país, en muchos casos, la piñata para los «analistas» frustrados, quienes ven en la Vinotinto esa opción de sentirse expertos.

El desequilibrio mediático: ¿quién decide qué historia merece ser contada?

No se trata de sobrevalorar a la Vinotinto o infravalorar otras disciplinas. Se trata de entender el desequilibrio que su boom ha generado. El béisbol, por ejemplo, ha sido históricamente símbolo nacional. Ha contado con figuras de talla mundial, ha logrado hazañas en torneos internacionales, incluso, en el país de vive de la historia del 41 como campeones amateurs, y sin embargo, su cobertura a nivel de selecciones suele ser intermitente, reactiva, casi decorativa. Si ganan su gente se monta en el autobus el éxito, si pierden, cero análisis, cero críticas, el silencio es lo que hace ruido, y la justificación la razón de cada caída.

Lo mismo ocurre con el baloncesto. Venezuela acaba de quedar fuera de la AmeriCup, y más allá del resultado, lo que sorprende es el silencio. No hay debate, no hay análisis, no hay exigencia, no hay podcast, ni el bombardeo en Youtube por esa eliminación. La cobertura es mínima, casi invisible. Y no porque el baloncesto no tenga historia: ha clasificado a mundiales, ha ganado campeonatos regionales, ha formado atletas de élite. Pero no logra ocupar el centro del relato deportivo nacional, más allá de que su mediática no sea tan amplia como otros deportes. Pero criticar los resultados adversos, es un imposible.

El voleibol, el atletismo, el ciclismo… todos han dado alegrías al país, pero rara vez reciben el mismo despliegue mediático. La pregunta es incómoda pero necesaria: ¿Qué criterios definen el valor editorial de una camiseta que también lleva el escudo de Venezuela?

¿Será Vinotinto una válvula emocional?

La Vinotinto se ha convertido en la piñata emocional del deporte nacional. Allí, conocedores y asomados —especialistas de otras disciplinas, opinadores ocasionales, figuras mediáticas— expresan sus rabias, frustraciones y críticas con una libertad que no se ve en otros deportes.

Pareciera que con el fútbol de selecciones se puede drenar. Se puede fallar, editorializar, exagerar sin consecuencias. Si la Vinotinto pierde, se abre el debate, se disparan los análisis, se multiplican los juicios. Pero si pierde o falla alguna selección de otro deporte… el silencio es la norma, la justificación es la rutina.

Desde el punto de vista del fanático, es comprensible: el fútbol mueve al mundo, genera pasiones globales, y en Venezuela la Vinotinto ha logrado instalarse como ritual colectivo. Pero desde una óptica comunicacional, lo que ocurre es más complejo.

Muchos de los llamados expertos en otras disciplinas usan al fútbol como válvula de escape. Porque si llegasen a criticar el deporte al que pertenecen —donde han construido relaciones, espacios y negocios— corren el riesgo de ser sacados del mercado. En cambio, el fútbol ofrece una cancha libre: no compromete estructuras, no amenaza contratos, no incomoda a quienes pagan.

Quienes cubren otros deportes, por lo general, comen de la estructura de ese deporte. Y eso condiciona la crítica. En cambio, la Vinotinto se ha convertido en terreno neutral, donde todos pueden opinar sin perder nada. Pero esa dinámica, lejos de enriquecer el debate, lo distorsiona.

Si Venezuela se enfrenta a la campeona del mundo en fútbol – algo que sucederá el 04 de septiembre – la mass media criolla le exige entrega, dinámica e igualdad, más allá de entender que se juega contra la mejor del mundo, y ante el mejor jugador del mundo, no obstante, cuando se juega ante equipos grandes en otros deportes, las justificaciones están a la vuelta de la esquina. Basta recordar cuando Venezuela enfrentó el Dream Team de la NBA, y la prensa local señalaba que perder por menos de 30 puntos era ya un logro, algo que llamó la atención, por la forma como se analizaba el contexto. Ni hablar de otros fracasos, los cuales no reciben el mismo trato que los otorgados a la Vinotinto.

Contar el deporte como país

La cobertura deportiva no puede ser un espejo de lo que ya brilla. Tiene que ser una linterna que alumbre lo que aún no se ve. Eso implica romper inercias, incomodar intereses, y sobre todo, asumir que comunicar deporte es también hacer país.

No estamos pidiendo que se ataque de forma desmedida al baloncesto por los resultados en el American Cup, estamos seguros que los analistas dirán que se trata de una reestructuración, que se jugó ante Canadá y Puerto Rico, equipos grandes del continente, sin embargo, la falta de análisis, criticas, incluso, exigencias, también es parte del daño que se le puede hacer a una institución.

Venezuela no es solo la Vinotinto. Venezuela es béisbol, es baloncesto, es lucha, es natación, es ciclismo. Es una constelación de talentos que merecen ser contados, acompañados, celebrados, incluso, analizados para aplaudir o criticar. Porque cada selección nacional, sin importar la disciplina, lleva en su pecho el mismo país, la misma esperanza, el mismo sacrificio.

Comunicar con propósito: más que espectáculo, es nación

Venezuela no necesita decoradores. Necesita comunicadores con propósito. Que entiendan que cada crónica puede ser una herramienta de transformación. Que cada entrevista puede sembrar respeto. Que cada cobertura puede construir identidad.

La Vinotinto seguirá siendo el epicentro emocional del país. Pero el país que compite también merece ser contado. Y ese relato, si se hace con ética, con visión y con respeto, puede cambiar mucho más que una tabla de posiciones. Puede cambiar la forma en que nos vemos como nación.

Ya basta del bendito «HISTÓRICO», si queremos ser potencia deportiva, debemos comenzar con potenciar la MASS MEDIA, recordando que las redes no son medios de comunicación, sino canales donde muchos optan por usarlos para drenar sus rabias.

Por Luis Alonzo Paz / 10.760