Este lunes 03 de noviembre comienza el Mundial Sub-17 Catar 2025, y Venezuela vuelve a decir presente. Será la tercera participación de la Vinotinto en esta categoría, y aunque el país aún carga el guayabo de no haber clasificado al repechaje con la absoluta, esta nueva generación llega sin culpa, sin una cruz en la espalda, y con una oportunidad real de devolvernos la ilusión.

Como en toda familia, los hermanos menores no deben cargar con los errores de los mayores. Estos chamos de 17 años o menos, no tienen la culpa de lo que pasó con la selección adulta. Al contrario, ellos sí están en una Copa del Mundo. Ellos sí tienen la oportunidad de representar al país en el escenario más grande del fútbol juvenil. Y nosotros, como país, tenemos la responsabilidad de acompañarlos con mirada crítica, con respaldo real, y con la convicción de que el futuro empieza ahora.

La Vinotinto Sub-17, dirigida por el técnico venezolano Orlando Vizcarrondo, llega con una base sólida, un proceso serio y una identidad clara. Vizcarrondo, respetado por su carácter, liderazgo y compromiso con el desarrollo juvenil, suena con fuerza para asumir la dirección técnica de la selección mayor. Desde la FVF se ha dejado entrever que todo dependerá del desempeño de estos muchachos en el torneo. Y si el fútbol es justo, el camino podría abrirse para que un venezolano dirija a los venezolanos.

Venezuela comparte grupo con Inglaterra, Egipto y Haití. Por historia y nombres, es un grupo con posibilidades reales de avanzar. Pero más allá de los rivales, lo que está en juego es algo más profundo: la posibilidad de volver a creer. De proyectar a esta generación hacia el 2030 o 2034, cuando muchos de estos jóvenes podrían ser la columna vertebral de una Vinotinto adulta que sí clasifique.

Este Mundial no es solo una competencia. Es una oportunidad para sanar, para mirar hacia adelante, y para entender que el sueño mundialista no murió: simplemente cambió de generación.

Ellos no vienen a prometer, vienen a jugar. No vienen a vender camisetas, vienen a representar. No vienen a repetir errores, vienen a escribir futuro. Y si el país los acompaña con exigencia, con respeto y con visión, quizás esta vez sí podamos soñar sin miedo.

Por Luis Alonzo Paz | CNP 10.760