“El fútbol no es solo un juego. Es un reflejo de lo que somos, de lo que toleramos, y de lo que soñamos cambiar.”

El fútbol latinoamericano atraviesa una crisis silenciosa. No es solo la violencia en los estadios, ni los enfrentamientos entre barras. Es el miedo que se ha instalado en las tribunas, en las familias, en los cuerpos técnicos, en los periodistas, en los propios jugadores. Y ese miedo no nace de la pasión, sino de estructuras que operan como verdaderas organizaciones desestabilizadoras bajo el disfraz de hinchadas.

En este contexto, mencionar a El Salvador no es un capricho. El llamado “efecto Bukele” ha puesto sobre la mesa un enfoque radical para enfrentar el crimen organizado. Con medidas de seguridad extremas, el gobierno logró desarticular pandillas que por décadas dominaron territorios, extorsionaron comunidades y sembraron terror. No se trata de replicar ese modelo en el fútbol, pero sí de reconocer que cuando se identifica el problema como estructural —y no como hechos aislados— es posible actuar con decisión.

¡Tan fácil para la prensa y tan difícil para las barras!

En el universo del fútbol, hay un espacio donde sí se ha ejercido control con decisión: el vínculo con la prensa. La Conmebol lo entendió y actuó. Detectó que la cobertura periodística del Cono Sur necesitaba reglas claras, firmes y obligatorias. Y las impuso. Aunque en su momento generaron incomodidad, hoy son normas. Y quien no las cumple, simplemente no participa, no entran a los estadios, dicho de otra forma, te niegan la credencial para dicha cobertura.

Lo curioso del caso es que ante cualquier reclamo o molestia, la respuesta siempre será la misma, «son las normas que impone la FIFA o la CONMEBOL y debe ser acatada» – puedes que tengas la razón, pero vas preso – incluso, con ese cuento del «ahí viene el lobo», las nuevas generaciones evitan emitir juicios de valor hacia los entes rectores, evitando la posibilidad de no recibir algunas credencial para cubrir algún evento de gran talla.

Acá algunas medidas adoptadas para la prensa en tiempo record:

  • Ningún periodista puede grabar videos ni realizar transmisiones si su credencial no lo autoriza.
  • Los fotógrafos trabajan en zonas delimitadas por mecates, sin posibilidad de moverse libremente.
  • Para bajar a zona mixta debes tener una autorización, incluso, con límites de personas por medio.
  • Las conferencias de prensa, zonas mixtas y accesos están regulados con horarios, cupos y protocolos estrictos.
  • En algunos paises, solo se les permite las preguntas a ciertos medios, incluso, hasta los «influencers» pueden hacer consultas en ruedas de prensa por encima de cualquier periodista de carrera.

Este orden no fue negociado. Fue impuesto. Y se logró. Porque hubo voluntad. Porque se entendió que el respeto institucional no se construye desde la opinión, sino desde la norma.

Es curioso —y profundamente revelador— que los medios estén más controlados que las barras. Que un periodista no pueda bajar a la cancha porque su credencial no le permite ese acceso, pero un barrista sí puede bajar a colocar su trapo en plena zona de juego.

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El fútbol necesita una estrategia integral. Aquí algunas medidas concretas, con vocación de cambio:

1. Prohibición de hinchadas visitantes en partidos de alto riesgo

No se trata de excluir, sino de prevenir. En encuentros con antecedentes de violencia, la presencia de barras visitantes suele ser un detonante. Esta medida busca proteger a los asistentes, reducir el despliegue policial y evitar enfrentamientos fuera del estadio. Puede aplicarse de forma temporal, con revisión periódica y criterios claros.

2. Eliminación de “trapos” como símbolos de poder territorial

Los trapos no son solo decoración: en muchos casos, representan dominio de una facción sobre una zona del estadio. Su presencia está ligada a disputas internas, amenazas y extorsiones. Retirarlos no elimina la pasión, pero sí desactiva un mecanismo de control violento. A esto le sumamos que estos trapos hacen invisibilizar la simbología de los patrocinantes, quienes en gran medida, son los que sostienen el espectáculo.

3. Regulación del uso de instrumentos musicales

Bombos, trompetas y redoblantes son parte del folclore, pero también se han convertido en herramientas para incitar cánticos ofensivos, xenófobos o violentos. Regular su uso —por ejemplo, autorizando solo agrupaciones registradas y con repertorio aprobado— permite preservar la fiesta sin alimentar el odio.

4. Desarticulación de barras como estructuras organizadas

No se criminaliza al hincha, sino al modelo que lo convierte en soldado. Las barras que operan con jerarquías, financiamiento externo, vínculos políticos o delictivos deben ser desactivadas. Esto implica investigación, sanciones y trabajo conjunto entre clubes, federaciones y autoridades. El hincha debe volver a ser ciudadano, no miliciano. Es muy sencillo, con no dejarlos ingresar al estadio «como barras organizadas» desaparecerá gran parte del problema.

5. Promoción de estadios para familias y ciudadanos

La recuperación del espacio público empieza por el estadio. Incentivar la asistencia de familias, mujeres, niños y adultos mayores —con precios accesibles, zonas seguras y campañas de respeto— transforma el ambiente. El fútbol debe ser un lugar de encuentro, no de confrontación. La cultura de paz se construye desde la tribuna.

¿Hasta dónde se cuida el negocio?

Aunque parezca irónico, todas las normas o reglas impuestas por la FIFA y CONMEBOL hacia la prensa o medios de comunicación, parten del cuidado o resguardo de sus inversionistas, de esos patrocinantes o grandes medios que pagan altas sumas de dinero por la exclusividad de un producto, y para que su imagen sea más visibilizada – algo que pudiera aplaudirse si de negocios se trata – sin embargo, bien cabe la interrogante, ¿será que a los grandes sponsor del fútbol les da igual que su marca esté presente en zonas de guerra? Hay que esperar que esas grandes marcas y medios alcen su voz, y le digan a los entes rectores – que de haber otro problema de violencia ellos retiran el patrocinio – para ver si se acaba de una vez por todas con los trapos, barras y cánticos xenófobos.

La pregunta es inevitable: ¿por qué se puede ordenar a la prensa, pero no a las barras? ¿Por qué se exige credencial para grabar, pero no para liderar una facción violenta? ¿Por qué se delimitan zonas para periodistas, pero no para quienes extorsionan desde la tribuna?

El fútbol necesita coherencia. Si se pudo con la prensa, se puede con la violencia. Lo que falta no es capacidad. Es voluntad.

Este petitorio no busca culpables. Busca dignidad. Porque el fútbol merece volver a ser un lugar de celebración, de identidad, de comunidad. Y quienes lo amamos, merecemos volver a creer.

TRD Sport | Luis Alonzo Paz