Sevilla, 6 may (EFE).- Los caminos del fútbol, como los de un designio divino, son inescrutables y confluyen de manera fortuita e inopinada en ciudades como Sevilla, que fue el escenario en el que se desempeñaron con éxito discípulos de César Luis Menotti y, directamente, su némesis en los banquillos y en su concepción del fútbol y de casi todo, Carlos Salvador Bilardo.
La muerte del ‘Flaco’, este domingo a los 85 años, es la de las más acabadas encarnaciones de un concepto, aunque el fútbol hace garabatos y regates inverosímiles a los dogmas y a las etiquetas como el de Diego Armando Maradona, quien podría entenderse como emblema del ‘menottismo’ y que acabó siéndolo del Bilardo que hizo a la Albiceleste campeona del Mundo en 1986.
‘El Pelusa’ no fue convocado por César Luis Menotti para el Mundial de Argentina que ganó, aunque sí para el Juvenil de Japón en el que deslumbró junto a una generación de futbolistas irrepetible en la que, junto a jugadores como Ramón Díaz o Juan Barbas, figuró con letras de oro el bético Gabriel Humberto Calderón.
Ese grupo de futbolistas que hacía que Argentina no durmiera fue conformado por Ernesto Duchini, aunque entrenado por César Luis Menotti, definido por Calderón años más tarde como «el mejor entrenador» que tuvo y el que le enseñó «fundamentos importantísimos», los de un técnico «muy adelantado a su época».
Con el ‘Flaco’, Calderón siguió en la clasificación para el Mundial de España, decepcionante para una Albiceleste en la que ya se prefiguró, aún en el fracaso de la eliminación, la gigantesca figura de un Maradona que conduciría a su país al segundo Mundial en México, esta vez de la mano de Carlos Bilardo.
Sin embargo, el primer nombre del ‘menottismo’ que dejó huella en Sevilla fue Daniel Ricardo Bertoni, fichado por el Sevilla justo antes del inicio del Mundial de 1978, un torneo en el que fue protagonista al ser el autor de uno de los goles ante Holanda que le dieron el título en el Monumental de Buenos Aires.
Bertoni permaneció durante dos campañas en el Sevilla, en las que disputó 57 partidos y anotó 24 goles junto a otro recordado argentino, el cañonero Héctor Horacio Scotta, el más decisivo de los cuales fue el que le marcó a la Real Sociedad y que, a la postre, sirvió para el título de Liga fuera para el Real Madrid: luego jugó tres años en la Fiorentina, dos en el Nápoles y uno en el Udinese antes de regresar a su país.
El 12 de marzo de 1983, un Betis deslumbrante que entrenaba el francés Marcel Domingo y en el que, entre otros, estaba Julio Cardeñosa, José Cano ‘Canito’, Rafael Gordillo o el inglés Peter Barnes, empataba a uno en el Nou Camp ante el Barcelona de Maradona que ya entrenaba Menotti en sustitución del alemán Udo Lattek.
Ese día hubo un jugador bético en el que se fijó el ‘Flaco’, el centrocampista Joaquín Parra, y tal fue la impresión que se lo pidió a Jesús Gil nada más fichar por el Atlético de Madrid, por el que el medio bético fichó en 1987 y en el que jugó dos temporadas antes de recalar otras dos en el Real Madrid.
Otro jugador vinculado a Menotti fue el portero campeón del Mundo en 1986 Nery Alberto Pumpido, tercer guardameta en el Mundial de España tras Ubaldo Matildo Fillo y Héctor Baley y que militó en el Betis entre 1988 y 1991 con un desgraciado descenso a Segunda en Tenerife antes de pasar su último año en blanco por una grave lesión en Italia 1990 en un choque con su compañero Julio Olarticoechea en el partido ante la URSS.
En 1993 llegó al Sevilla Carlos Salvador Bilardo y, con él, la confrontación entre esas dos maneras de concebir un deporte que, por encima de filosofías, casi teoremas, consiste en marcar un gol más que el rival y en eso se empeñó el contrapunto futbolístico de Menotti en la temporada en la que estuvo en el banquillo del Sánchez Pizjuán.
Una temporada fue más que suficiente para que el debate llegara adonde, hasta la llegada de Bilardo, parecía cosa de otras latitudes y que, desde él en Sevilla, tuvo su centro neurálgico en la ciudad hispalense, por más que el ‘Narigón’ pasara a la historia por el ‘pisálo, pisálo’ y el ‘los de colorao son los nuestros, Domingo, me quiero moriri’ por la ayuda de un rival del masajista Domingo Pérez en Riazor.
El ‘menottismo’ en España estaba representado en esos años por Jorge Valdano y su segundo Ángel Cappa, quienes entrenaban al Tenerife de Fernando Redondo, con el que ironizó Bilardo antes del partido en el que fue expulsado Maradona con que era un estadio donde todo era tan bonito que «el cielo es azul» y «las mariposas y los pajaritos vuelan» pese a los que él llamaba ‘rabanitos’, de colores distintos por dentro y por fuera.
A tanto llegó, que una vez, en un Zaragoza-Tenerife, Carlos Bilardo vio a Jorge Valdano levantando los brazos desde el banquillo pidiendo la hora y sentenció, contra el técnico y contra su némesis: «pero si el fútbol es tan bonito, ¿por qué querés parar?». EFE